Vivo encerrado en este cuerpo,
donde no vivo en una prisión,
sino en mi única maldición.
La de caer al atardecer,
en llantos y lágrimas,
en risas y sonrisas,
en cascarones rotos,
en cristales arañados.
Vivo en mi cuerpo, magullado,
por tener que recordar,
todo aquel amor, el que fuera mi pasado.